[2012] Alumno de la UAH Cristóbal Bywaters Collado obtuvo el primer lugar en Concurso de ensayos sobre política exterior de Chile

El certamen se realiza por primera vez y es organizado por la Asociación de Diplomáticos de Carrera y el Instituto de Estudios Avanzados de la Usach.

Cristóbal Bywaters Collado, alumno de 5° año de Ciencia Política y Relaciones Internacionales de la Universidad Alberto Hurtado, obtuvo el primer lugar en primer concurso de ensayos sobre política exterior de Chile “Embajador Jorge Berguño Barnes”, organizado por la Asociación de Diplomáticos de Carrera (ADICA) y el Instituto de Estudios Avanzados (IDEA), dependiente de la Universidad de Santiago de Chile.

La ceremonia de premiación se realizó el miércoles 4 de julio, a las 12:30 horas, en dependencias del Ministerio de Relaciones Exteriores y contó con la asistencia del presidente de ADICA, Francisco Devia, el director del Instituto de Estudios Avanzados de la Usach, Cristián Garay, diplomáticos, ganadores y menciones honrosas del concurso y sus familiares.

En la ocasión, Francisco Devia presidente de ADICA, destacó la importancia de este concurso que se realiza por primera vez. “Necesitamos que las personas aporten materias de debate y discusión en el área de las Relaciones Exteriores. Esperamos que el próximo año esta iniciativa se mantenga. Leí los trabajos ganadores y son realmente muy buenos”.

El certamen, creado en homenaje al recientemente fallecido diplomático Jorge Berguño Barnes, buscó promover la investigación y reflexión histórica sobre temas de política exterior y relaciones internacionales de Chile entre funcionarios y ex funcionarios del Ministerio de Relaciones Exteriores chilenos, académicos y estudiantes de pre y postgrado.

El primer lugar lo obtuvo el ensayo “La posición de Chile en el debate en torno a la invasión a Irak en el Consejo de Seguridad en 2003” escrito por Cristóbal Bywaters Collado, alumno de la UAH, quien recibió un millón 250 mil pesos.

El segundo lugar fue para el trabajo “Antecedentes históricos, diplomáticos y científicos de los títulos de soberanía de Chile en el territorio antártico Chileno” de los diplomáticos Juan Cristóbal Marín Silva y María Stefanova Stefanova, quienes obtuvieron un millón de pesos.

Las menciones honrosas fueron para los ensayos “Cooperación tributaria internacional: La nueva frontera para diplomacia económica chilena”, de Joshep Preston Whitt; “La prioridad latinoamericana y vecinal en la política exterior del Gobierno de Ricardo Lagos (2000-2006)” de Andrés Aguilar Bustos; y “La política exterior del guerrero que todo lo mira” de Florencia Vargas Cánepa.

Publicado en Política y Gobierno (UAH) (07/08/2012). https://bit.ly/2CO2HPU

[2011] Chile-Perú: cuerdas no tan separadas

Desde hace ya algunos años, las relaciones bilaterales entre Chile y Perú han tenido un patrón de relacionamiento de cuerdas separadas que, en la práctica, aísla artificialmente los temas referidos a la agenda histórica y a la agenda económica-comercial. Ideada originalmente en la antesala del diferendo marítimo, esta política ha tenido por objetivo el encapsular el proceso en La Haya de manera tal de no afectar los intereses del empresariado chileno y los dividendos derivados de sus inversiones para Perú.

Pese a que el presidente electo Humala ha señalado que pondrá fin a las nunca bien ponderadas cuerdas separadas, es prudente afirmar que, en la práctica, esta política se mantendrá intacta. Su potencial modificación genera desincentivos de peso para ambas partes en materias económicas, particularmente en circunstancias en que se está a la espera de la resolución de La Haya, a producirse a fines del próximo año.

¿Cómo deben entenderse, entonces, las palabras de Humala? Pues como un llamado a convertir a las cuerdas separadas en una política de Estado estable y profunda, que trascienda la coyuntura particular para la cual fue ideada y sea mantenida tácitamente por ambos países. Otras posibles interpretaciones serían contradictorias con las señales de moderación y continuidad del modelo que durante las últimas semanas el presidente electo ha enviado a vecinos, inversionistas y vecinos inversionistas.

La continuidad de este patrón de relacionamiento no descarta, por cierto, la posibilidad de avanzar hacia formas superiores de cooperación e integración bilateral. La experiencia de estos años ha demostrado el notable pragmatismo con el que ambas cancillerías han dirigido las relaciones bilaterales, y esta tendencia debiera prolongarse.

Pero tampoco hay que ser ingenuos: la interdependencia económica y la diplomacia empresarial no impedirá la emergencia de nuevas coyunturas críticas a futuro. Las transnacionales chilenas iniciaron sus operaciones en Perú antes de la mala jugada que nos pasó García Belaúnde en La Haya. A la larga, ambas cuerdas podrían eventualmente encontrarse pues, quizá, resulten no ser paralelas sino perpendiculares.

*Cristóbal Bywaters C. es estudiante de Ciencia Política y Relaciones Internacionales de la Universidad Alberto Hurtado, y Director de Finanzas de la Red Chilena de Estudiantes de Ciencia Política CHILECIP.

 

Publicado originalmente en El Quinto Poder (16/06/2011). https://bit.ly/2V7yaUt

 

[2011] La derecha parroquial (y algunas notas sobre Bolivia)

Durante los últimos veinte años se le otorgó a la derecha chilena el beneficio de la duda en materia de relaciones internacionales. Oculto en el consenso en torno a la política exterior del país, el evidente parroquialismo de los partidos de la derecha era más bien un secreto a voces. Sin embargo, la reciente cuenta del Presidente Piñera ante el pleno del Congreso no hizo más que confirmar esos rumores malintencionados.

Y es que difícilmente el nuevo gobierno podría habernos sorprendido si tenemos en cuenta que la actual coalición de gobierno es heredera viva del notable aislamiento vivido por el país durante la dictadura, el pretorianismo-ideológico en la conducción de las relaciones internacionales y la revolución silenciosa de Joaquín Lavín.

Síntoma y agravante (cual círculo vicioso) del evidente agotamiento del proyecto internacional de la transición ha sido el despliegue de una política exterior carente de sustancia propia y proyección de mediano o largo plazo (ausencia de relato, en la jerga de moda) que ha caracterizado al gobierno de Sebastián Piñera.

El gobierno tiene a su favor haber reconocido el Estado palestino y haber tenido una postura más o menos clara en torno al conflicto en Medio Oriente, tarea que dejó pendiente la Concertación (por falta de consenso con la derecha, claro está). No obstante, este único hito rescatable no fue mencionado en el mensaje presidencial, evidenciando que dicho reconocimiento no se corresponde con alguna convicción profunda de la coalición gobernante ni mucho menos. De la reciente visita de Obama no hubo mención.

No es que la Concertación haya estado exenta de muchos de los vicios que aquí se describen. El consenso en política exterior y la continuidad del modelo económico implicó necesariamente el despliegue de una política internacional centrada en lo económico y en las relaciones Norte-Sur, teniendo como corolario el desarrollo de una identidad internacional basada en la excepcionalidad del modelo chileno.

Rescatando el visceral chovinismo de la coalición gobernante (y, por qué no decirlo, del país en su conjunto), el discurso presidencial hizo especial énfasis en la tentativa boliviana de multilateralizar (nuevamente) su aspiración marítima y en el diferendo de delimitación marítima con Perú. Dicho énfasis no hace más que evidenciar una política exterior centrada en la coyuntura y en el nacionalismo patológico.

Coherentemente con el argumento de estas líneas, Piñera inauguró su gestión con el pie derecho en lo que respecta a las relaciones vecinales. Si ya durante la campaña presidencial había sido enfático en su posición de encontrar una solución al problema boliviano sin incluir una cesión de soberanía, la desafortunada designación del shakesperiano Jorge Canelas (“el mejor estado de nuestras relaciones con Bolivia es no tener relaciones”) como cónsul en el país altiplánico fue un segundo gesto bastante poco diplomático.

Es precisamente la diplomacia (de la buena) el medio a través del cual las naciones se relacionan entre sí de manera pacífica y, por lo mismo, cualquier insinuación de la remota posibilidad del uso de la fuerza constituye -como han señalado algunos analistas y parlamentarios- un gesto hostil e innecesario. A esto hay que agregar el agravante de que, cuando dos países vecinos (como Chile y Bolivia) sólo tienen relaciones bilaterales a nivel consular, no existen los mecanismos ideales para amortiguar las consecuencias de tales amedrentamientos. Los tratados internacionales se hacen respetar por medio del derecho internacional, cuestión más que sabida por la Cancillería chilena. Sin embargo, el ministro subrogante Allamand pareció no haber comprendido esto y confirmó, sin quererlo, el carácter armamentista que nos es achacado por los vecinos.

Ya iniciada la 41ª Asamblea General de la OEA en San Salvador y a pocas horas de que se discuta en dicho encuentro el Informe sobre el problema marítimo de Bolivia (justo después de la tradicional cuestión de Las Malvinas), parece haberse acabado la luna de miel internacional de la actual administración.

*Cristóbal Bywaters es estudiante de Ciencia Política y Relaciones Internacionales de la Universidad Alberto Hurtado, y Director de Finanzas de la Red Chilena de Estudiantes de Ciencia Política CHILECIP.

 

Publicado originalmente en El Quinto Poder (05/06/2011). https://bit.ly/2rYaPa4 

[2011] El fin del proyecto internacional de la transición chilena

Cerrado un ciclo de la historia del país, podemos afirmar que el proyecto internacional de la transición chilena a la democracia se ha agotado. En veinte años se cumplieron plenamente los dos principales objetivos de la política exterior de los entonces nuevos gobiernos democráticos.

El primero de estos desafíos era el de reinsertar al país en la sociedad internacional tras el notable aislamiento vivido durante la dictadura como consecuencia de las violaciones a los Derechos Humanos y la férrea militancia en la cruzada anticomunista global en un contexto internacional en relativa distensión.

El segundo gran desafío decía relación con la plena inserción del país en la nueva dinámica económica mundial, para lo cual se optó por profundizar la liberalización iniciada durante la dictadura, complementando la apertura unilateral de la economía con una estrategia de apertura bilateral (a través de acuerdos de libre comercio y de complementación económica) y multilateral (en foros económicos internacionales).

Los resultados están a la vista. A partir de 1990, junto con el retorno a la democracia, Chile pasó de ser un país paria a ser un modelo de desarrollo político y económico. El país ha participado en dos oportunidades como miembro no permanente del Consejo de Seguridad de Naciones Unidas, ha estrechado relaciones con los países afines, ha participado en diversas misiones de paz multilaterales y zanjó la mayoría de los conflictos limítrofes pendientes. En lo económico, Chile posee una de las más amplias redes de acuerdos comerciales a nivel global y ha jugado un papel activo en instituciones multilaterales como la OMC y la APEC. El ingreso de Chile a la OCDE vino a coronar una exitosa reinserción del país a nivel internacional, la cual, al margen de juicios de valor, cumplió los objetivos trazados en los albores de la transición.

El desafío hoy es generar un nuevo proyecto internacional para el país, el cual deberá hacerse cargo tanto de aquellos aspectos que quedaron pendientes (como la compensación de las externalidades negativas de los acuerdos de libre comercio y la modernización de la Cancillería) como de las nuevas oportunidades que emergen del contexto internacional (como las relaciones con las nuevas potencias emergentes, en particular con Brasil y China). Esbozamos aquí algunos comentarios.

Un aspecto fundamental a definir es el rol de América Latina en la política exterior del país. La relación con el vecindario durante los últimos veinte años estuvo determinada por una adopción laxa del regionalismo abierto, que en los hechos implicó una inserción internacional autónoma y al margen de los procesos de integración regional en curso (MERCOSUR y la CAN). Si bien dicha opción estratégica fue exitosa, contribuyó en múltiples ocasiones a exacerbar la percepción y auto-percepción de excepcionalidad del país que, sumada a la priorización de las relaciones Norte-Sur, un discurso muchas veces arrogante y una política de prestigio, determinó una tónica de relaciones distantes y frías con la región. Pese a que en el gobierno de Michelle Bachelet se avanzó en el acercamiento al vecindario (en especial a través de UNASUR), el actual gobierno parece haber descontinuado dicha tarea.

Ciertamente, las buenas y cercanas relaciones con el vecindario no son de perogrullo si se opta decididamente por convertir a Chile en un país puente y plataforma entre el Asia Pacífico y América Latina, aprovechando al máximo la privilegiada ubicación geográfica del país. Esta orientación birregional de la política exterior comercial exige el establecimiento de relaciones diferenciadas con el Asia Pacífico y nuestra región, privilegiando vínculos más pragmáticos con la primera, y multidimensionales con la segunda.

Para esto último es necesario abandonar el paradigma neoliberal (denominado liberalismo de la interdependencia en la teoría de las relaciones internacionales) según el cual la promoción del libre comercio y la inversión entre las naciones constituye la base del mantenimiento de buenas relaciones entre éstas. Reduccionista, esta convicción se torna disfuncional al aplicarse en las relaciones con los países del vecindario, en especial con nuestros vecinos inmediatos. Sin ir más lejos, las relaciones políticas con Perú en los últimos años han demostrado que dicha afirmación dista bastante de la realidad, y que, en la práctica, las cuerdas separadas son una mera abstracción.

Así, independientemente de cuál sea su resultado, es bastante probable que la resolución de La Haya respecto al diferendo marítimo constituya un punto de inflexión en la política exterior de Chile. De ser desfavorable a nuestra posición-, se planteará la necesidad de revisar e incluso matizar el irrestricto apego al derecho internacional y a la intangibilidad de los tratados que ha guiado nuestra política exterior desde hace décadas. Mientras que la observancia de dichas instituciones constituye un recurso de poder adecuado para un país pequeño como el nuestro en su proyección internacional, su defensa ortodoxa limita la sensibilidad a los cambios en la realidad internacional inmediata y, por lo tanto, limita también los márgenes de acción en la resolución de controversias históricas y potenciales.

Finalmente, parece necesaria una revisión a la estructura del proceso de toma de decisiones en política exterior, hacia un nuevo equilibrio entre poderes y una mayor descentralización en dicho proceso. Modernizar la Cancillería y robustecer la carrera diplomática, modificar el equilibrio Ejecutivo-Legislativo en materia de relaciones exteriores, y fortalecer los mecanismos de diplomacia parlamentaria y para diplomacia son requisitos fundamentales para hacer frente a las cada vez más complejas dinámicas de la política mundial. Dichas reformas, por cierto, se enmarcan dentro de un conjunto de necesarias reformas al régimen democrático.

En los inicios de la transición, Heraldo Muñoz manifestaba en el prólogo de “Chile: política exterior para la democracia”, que “la relativa ausencia de un debate nacional sobre política exterior es preocupante pues el escenario económico y político mundial está cambiando rápidamente a medida que nos acercamos al año 2000”. Hoy, a medida que nos adentramos en el siglo XXI, planteamos la misma inquietud.

 

Publicado originalmente en El Quinto Poder (28/05/2011). https://bit.ly/2AkeDai

[2010] El consenso a prueba

En los últimos veinte años ha sido generalizada la percepción que hace equivalente las voces “política exterior de Estado” y “política exterior de consenso”, como si ambos conceptos fueran intercambiables y estuvieran ligados inexorablemente. No obstante, parece poco prudente apellidar como “consensuada” la política exterior de los últimos veinte años en Chile. Si bien los análisis han sido rigurosos y nos han entregado evidencias que afirman dicha hipótesis, estos han carecido –no por deficiencias teóricas sino por la práctica- de la experiencia empírica de un gobierno de derecha democrático dirigiendo las relaciones exteriores del Estado.

El nombramiento de Alfredo Moreno como Canciller marca una aparente ruptura en la continuidad de la política exterior de los gobiernos de la Concertación, la cual, a partir de la era Bachelet, acordaba tácitamente el fin del ciclo de reinserción económica internacional del país -todo esto dentro del supuesto marco consensual, claro está. Los tres primeros gobiernos de dicha coalición sentaron las bases de esta reinserción principalmente a través de tratados de libre comercio y de complementación económica[1], mientras que no hace mucho Bachelet cerraba este ciclo con el cuestionable ingreso de Chile a la OCDE.[2]

Durante el gobierno de Bachelet, Chile atenuó considerablemente la percepción excepcional de su modelo de desarrollo y política exterior al hacerse partícipe de algunos procesos regionales relevantes y privilegiando al “vecindario” en sus relaciones internacionales. Inmerso en este mundo que el país prefirió obviar en los noventa, Chile asumió un rol de liderazgo político sin precedentes recientes, inaugurando una nueva etapa en la política exterior del Chile post-autoritario.

La condición de Moreno como ingeniero[3] y exitoso empresario del retail, sumado al marco ideológico de la coalición gobernante y del Presidente, da luces del perfil de política exterior que buscará impulsar éste último, cercana a una perspectiva que priorizará lo económico por sobre lo político y las relaciones extra-regionales por sobre las regionales, lógica propia de un proceso ya concluido con éxito. ¿Y el consenso dónde queda?

Otra arena donde peligra el consenso es en su hábitat mismo: el Congreso. Durante veinte años la cantidad de tratados internacionales rechazados durante su trámite de aprobación legislativa ha sido ínfima. Entre otras causas, esto se ha debido a las escasas atribuciones del Legislativo en materias de política exterior, el tinte neoliberal de la política exterior económica de la Concertación y la relativa facilidad para negociar con los escaños empatados binominalmente.

En las últimas elecciones parlamentarias el sistema binominal fue roto a la mala y el partido comunista tiene hoy representación en ambas Cámaras[4]. Como versaba el programa presidencial de Jorge Arrate, no son precisamente comunistas neo-liberales. Los comunistas alterararán en buena medida la correlación de fuerzas en el Congreso durante los próximos años y su postura frente a la liberalización de la economía pone en jaque la continuidad del consenso en su área fundamental.

¿Pretenderá Piñera retomar la condición de excepcionalidad instaurada fuertemente tras el retorno a la democracia y atenuado durante el gobierno de Bachelet? ¿Estará la derecha chilena dispuesta a comprometerse con los nuevos proyectos que traza la región?

De ser coherentes las señales que ha dado el Gobierno con la puesta en práctica de su política exterior, ésta sería un retroceso al Chile de los noventa, a ése que se auto-marginó de los procesos regionales en su declarada pretensión excepcionalista y fue mirado con recelo por sus pares. El consenso requiere continuidad y coherencia y, por lo tanto, el consenso hoy está a prueba.

[1] http://rc.direcon.cl/pagina/1897

[2] Rodríguez, Isabel (2009): “La política de integración regional de Chile y la creación de UNASUR” in GIRAULT, C. (Editor) Intégrations en Amérique du Sud, Presses Sorbonne Nouvelle, Paris, pp. 103-120, résumé – resumen pp. 258-259.

[3] No ha sido el único Canciller con título de ingeniero. Alejandro Foxley (2006-2009) es economista y político, siendo en este último aspecto donde Moreno carece de experiencia.

[4] La comisión de Relaciones exteriores de la Cámara tiene entre sus miembros a Guillermo Teillier.

Publicado en Grupo Razón (10/04/2010). https://bit.ly/2C04BLD